miércoles, 9 de junio de 2010

El exilio de la tierra.


Bajando de la misma noche
vienen sus huestes,
ruidosas y ciegas,
con sus bocas dando muerte.

Sus espadas en desorden
predicando infaustos momentos,
en el alba de las oraciones,
a la sombra del tiempo.

Mustios y truncados son
los recuerdos enlatados
que enarbolan cual bandera
de sentimientos desterrados.

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¡Yo clamé tu nombre!
Y nadie respondió.
¡Yo clamé tu nombre!
De nada me sirvió.

La Salvación de Benedetti,
el Albatros de Baudelaire,
el Viaje a Ítaca de Cavafy,
mi mustia primera vez.

Sin talento ni pasión,
bajo la oscuridad del día,
envuelto en una manta
me abrazo a la vigilia.

No hallarán nuestras tierras,
ni nuestro mar.
Vagarán entre presagios
y nunca aprenderán a hablar.

¡No les permitamos aprender!

1 comentario:

  1. Ya voy entendiendo lo que dices, a pesar de que he tenido que mirar el diccionario.
    La primera parte me gusta más, me gusta mucho, pero te pediría que dejes que llegue más gente a tus escritos.
    Se nota tu cultura y eso nos hace mucho bien a los que te leemos.Gracias

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