lunes, 16 de noviembre de 2009

Quid pro quo


Y aquí vengo de nuevo, llorando como un niño, a tiritar bajo vuestro infinito perdón.

Dulces e incansables luchadores que afrontáis el destino que un día a sabiendas sellasteis, alojadme en vuestro pecho una vez más y dejad que os pague con el reconocimiento de mi terca ignorancia, de mi necia rebeldía, de mi vano intento de espolear a un viento tan lejano y tan lleno de vanas ilusiones.

Mentiría si dijese que jamás podré devolver tanto regalo, pues en mis manos está hacerlo.

Mi nombre llenará vuestras bocas y vuestros ojos siempre mirarán al cielo, pues la vida entera os debo.

No olvidéis que me jurasteis un abrazo eterno,
no olvidéis que soy carne de vuestras carnes,
no olvidéis la sangre que por mis venas corre.
Por favor, no olvidéis vuestro sino de seguir siendo mis padres.