domingo, 24 de abril de 2011

Sin capa, no hay abrigo. Sin abrigo, no hay poesía.


Pinta y guarda en sí un paisaje,
llora su pincel,
pero torna sus lágrimas de tinta
hacia su nívea capa de calma.

La hiere, la mancha.

Con silencio y sangre tejida,
con bordados bellos y esmerados,
de las minas del alma extraídos
sus hilos, ningún remiendo necesitaron.

Ahora no enmudece, sino grita
el que antaño portaba la prenda.
De turbias musas desprotegido,
en purgatorio de ideas.

Se agita, enloquece el enjambre
(Aflora lo maldito; lo bello nunca)
por el siniestro devenir
de gozosas mordeduras.

Gozad, malditos. Morded.
_______________________________________

Un temblor insatisfecho,
un roce distraído,
noches exentas de molicie,
de las deidades y sus desvaríos.