lunes, 16 de noviembre de 2009

Quid pro quo


Y aquí vengo de nuevo, llorando como un niño, a tiritar bajo vuestro infinito perdón.

Dulces e incansables luchadores que afrontáis el destino que un día a sabiendas sellasteis, alojadme en vuestro pecho una vez más y dejad que os pague con el reconocimiento de mi terca ignorancia, de mi necia rebeldía, de mi vano intento de espolear a un viento tan lejano y tan lleno de vanas ilusiones.

Mentiría si dijese que jamás podré devolver tanto regalo, pues en mis manos está hacerlo.

Mi nombre llenará vuestras bocas y vuestros ojos siempre mirarán al cielo, pues la vida entera os debo.

No olvidéis que me jurasteis un abrazo eterno,
no olvidéis que soy carne de vuestras carnes,
no olvidéis la sangre que por mis venas corre.
Por favor, no olvidéis vuestro sino de seguir siendo mis padres.

lunes, 5 de octubre de 2009

Ya empieza


Maleantes del tintero, escribid. Escribid y dificultad mi camino, malditos. Juro que podré con todos.

Mi pluma no entiende de rimas ni métrica, está cansada y apenas ha empezado a andar, pero se nutre de mi aliento y comparte mi anhelante deseo de ser inmortal.

Un sinuoso camino, lleno de curvas, humo y vigilia, se presenta como el más fiel compañero del resto de sus días. No habrá final, tan sólo una larga y brillante estela de viento que podréis contemplar y, después, descubrir anonadados que alguien venció al tiempo.

Joven promesa, firme juramento, sobre sus hombros mi mano no tiembla.

La famélica legión espera...

lunes, 27 de julio de 2009

Bufón de los 44 mares

Bohemio, pero feroz bucanero. Buscaba desesperadamente una isla donde naufragar tras surcar 44 mares y otros 13 más.


Tal era su afán por llegar que su mapa, harto de ser doblado, desdoblado, leído y arrugado, lo traicionó.


El timón se sublevó, el ron se derramó y su barco ya no lo quería. Dando tumbos lo arrojó al agua y él, confundido y destrozado, comenzó a llorar.


Desde entonces flota a la deriva en un río de lágrimas que fluye por el inmenso mar. Un mar de dudas y locura. “Como si hubiera donde hacerse fuerte…”, decía.


De boca en boca va su historia, entre piratas y sirenas. Dicen que, a pesar de su enorme pena e interminable tormento, es inevitable reírse de él.


“No me importa que me miren, se que en el fondo soy un bufón”, repetía. Después, seguía llorando a la deriva.


Tal vez algún día encuentre una isla donde naufragar…

Hoy llueven palabras

Hoy llueven palabras. Caen sobre mi cara y después huyen, crepitando como cien palomas, para refrescar alguna desdibujada sonrisa que anda sin dueño y en letargo.


Maldita lluvia…


Tal vez mañana lluevan frases empapadas de alcohol. Tal vez sólo sea alcohol, pero lloverá. De eso estoy seguro.


La arrogancia dandi del orgullo, aquélla frágil dignidad que decide ser fuerte.


¿Por qué ahora?


La aurora tirita a mi paso. El color está prohibido por aquellos parajes. Mi barco de cristal se tambalea a merced de las oscuras olas y el viento juega conmigo.


No es divertido, déjame en paz.


Lo aspiro y abrasa mis pulmones, que arden de un deseo eterno y culpable. Ahora puedo ver su boca, donde el amor se pavonea, respiradero de mi alma. ¡Ay! Peligroso perfume, sutil y traicionero.


Podría pelear, gritar, llorar, correr, morder…Pero parece que ha dejado de llover.

domingo, 26 de julio de 2009

A un metro de su abrazo

Es un rechinar de dientes, es un “quiéreme como sea”.


Un canto al desencanto, un nudo en el pecho, el despuntar del alba en la punta de los dedos.


Él la acarició y susurró en su oído, ella se contentó con sentir su aliento y, agarrados por la mirada, comenzaron a desnudarse. Primero el caparazón, después el sentimiento.


“Quiéreme como sea”, repitió. Pero ella sólo quería ya su aliento.

miércoles, 22 de julio de 2009

Sombra en ruinas


Un soplo de aire que se torna irreverente, como un suspiro de indiferencia.

Aquel hombre se enfadó. No le gustaba la poesía temporal, tampoco los finales tristes. Con su agónica esperanza seguía su camino, pero el dolor hacía mella en sus cansados hombros. El agua que manaba de sus ojos, errante y fría acariciaba su mejilla.

Mirada perdida y rostro consumido. Todavía busca la tácita mentira que tantos años le robó para mirarla, odiarla, volverla mirar y dejarla marchar. Todavía no lo sabe, pero eso es lo que hará.

Un llanto quebrado por la risa de un niño; la ilusión quebrada por su propio lamento.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Amanece, que no es poco.


De tan raídos los vestidos que se pone, el astro Rey muestra su piel. Vislumbrarla, una delicia, una tortura contemplarla.

Acelera mis latidos y guía mis pasos, pero entorpece el sentido de mis palabras.

Mi pluma se derrite, mis musas se evaporan.

Que me bañe la luna y sus secretos me custodien, que me quite el sueño y, así, su esencia me acompañe.

martes, 19 de mayo de 2009

Quisiera ser cerrajero


Frágil mezcolanza de dudas y humo, otra noche sin dormir, sueños de vigilia, dolor e indignación.

¿Es así? ¿Es esto lo que te hace sentir? ¡Me habéis engañado!


Yo antes creía en él, de otra forma al menos. Parece que mi romA no tardará en arder.


Me mantengo alerta, la puerta todavía me espera. Tal vez deba cerrarla y echar la llave al mar. La llave... ¿realmente la tengo? No, no es mía, no me pertenece y jamás fue de otro modo. Es triste.


Una tempestad se acerca y puede volcar mi barca.


¿Quedaré a merced de las olas o me reiré de la tormenta?


Tal vez el ama de llaves tenga la solución…


lunes, 11 de mayo de 2009

De lienzo, las horas perdidas.


Un día logré atrapar sus ojos. Después huyeron. Pero eso fue más tarde…


Sentados, uno frente al otro, corazón con corazón, sus ojos contra mi alma. Como movidos por un resorte, alzamos la cabeza y nuestras vidas chocaron. Fue una cruel batalla, con su fiera mirada, yo en desventaja. Pasaron años en segundos, cada pestañeo un nuevo día. Pude ver mi pasado, presente y futuro, azotado por un insólito conocimiento: era el fin, y así se lo hice ver.


Tiempo atrás, cuando me retiraba de cada combate, en mi interior albergaba la insípida pero feliz sensación de que no había terminado. Aquel día fue diferente. La certeza y el dolor disiparon toda esperanza: era lo mejor para ambos.


Con el pesado miedo sobre mis hombros y el inmenso mar colgado en mis pestañas, me arrastré hasta mi casa, y al llegar reflexioné. ¿Qué haría, solo, ante tan larga e incierta vida? Al preguntar, ya había contestado.