Bohemio, pero feroz bucanero. Buscaba desesperadamente una isla donde naufragar tras surcar 44 mares y otros 13 más.
Tal era su afán por llegar que su mapa, harto de ser doblado, desdoblado, leído y arrugado, lo traicionó.
El timón se sublevó, el ron se derramó y su barco ya no lo quería. Dando tumbos lo arrojó al agua y él, confundido y destrozado, comenzó a llorar.
Desde entonces flota a la deriva en un río de lágrimas que fluye por el inmenso mar. Un mar de dudas y locura. “Como si hubiera donde hacerse fuerte…”, decía.
De boca en boca va su historia, entre piratas y sirenas. Dicen que, a pesar de su enorme pena e interminable tormento, es inevitable reírse de él.
“No me importa que me miren, se que en el fondo soy un bufón”, repetía. Después, seguía llorando a la deriva.
Tal vez algún día encuentre una isla donde naufragar…