lunes, 27 de julio de 2009

Bufón de los 44 mares

Bohemio, pero feroz bucanero. Buscaba desesperadamente una isla donde naufragar tras surcar 44 mares y otros 13 más.


Tal era su afán por llegar que su mapa, harto de ser doblado, desdoblado, leído y arrugado, lo traicionó.


El timón se sublevó, el ron se derramó y su barco ya no lo quería. Dando tumbos lo arrojó al agua y él, confundido y destrozado, comenzó a llorar.


Desde entonces flota a la deriva en un río de lágrimas que fluye por el inmenso mar. Un mar de dudas y locura. “Como si hubiera donde hacerse fuerte…”, decía.


De boca en boca va su historia, entre piratas y sirenas. Dicen que, a pesar de su enorme pena e interminable tormento, es inevitable reírse de él.


“No me importa que me miren, se que en el fondo soy un bufón”, repetía. Después, seguía llorando a la deriva.


Tal vez algún día encuentre una isla donde naufragar…

Hoy llueven palabras

Hoy llueven palabras. Caen sobre mi cara y después huyen, crepitando como cien palomas, para refrescar alguna desdibujada sonrisa que anda sin dueño y en letargo.


Maldita lluvia…


Tal vez mañana lluevan frases empapadas de alcohol. Tal vez sólo sea alcohol, pero lloverá. De eso estoy seguro.


La arrogancia dandi del orgullo, aquélla frágil dignidad que decide ser fuerte.


¿Por qué ahora?


La aurora tirita a mi paso. El color está prohibido por aquellos parajes. Mi barco de cristal se tambalea a merced de las oscuras olas y el viento juega conmigo.


No es divertido, déjame en paz.


Lo aspiro y abrasa mis pulmones, que arden de un deseo eterno y culpable. Ahora puedo ver su boca, donde el amor se pavonea, respiradero de mi alma. ¡Ay! Peligroso perfume, sutil y traicionero.


Podría pelear, gritar, llorar, correr, morder…Pero parece que ha dejado de llover.

domingo, 26 de julio de 2009

A un metro de su abrazo

Es un rechinar de dientes, es un “quiéreme como sea”.


Un canto al desencanto, un nudo en el pecho, el despuntar del alba en la punta de los dedos.


Él la acarició y susurró en su oído, ella se contentó con sentir su aliento y, agarrados por la mirada, comenzaron a desnudarse. Primero el caparazón, después el sentimiento.


“Quiéreme como sea”, repitió. Pero ella sólo quería ya su aliento.

miércoles, 22 de julio de 2009

Sombra en ruinas


Un soplo de aire que se torna irreverente, como un suspiro de indiferencia.

Aquel hombre se enfadó. No le gustaba la poesía temporal, tampoco los finales tristes. Con su agónica esperanza seguía su camino, pero el dolor hacía mella en sus cansados hombros. El agua que manaba de sus ojos, errante y fría acariciaba su mejilla.

Mirada perdida y rostro consumido. Todavía busca la tácita mentira que tantos años le robó para mirarla, odiarla, volverla mirar y dejarla marchar. Todavía no lo sabe, pero eso es lo que hará.

Un llanto quebrado por la risa de un niño; la ilusión quebrada por su propio lamento.