miércoles, 19 de enero de 2011

Decrépita epopeya de un joven caduco.


Mamá, ya no lloro.
Ahora sangro.

Es la sangre la que colorea mis mejillas,
ya las lágrimas se secaron.
Las calles y la ansiedad me hicieron solitario,
¿pero qué hago sin ti?
Desordenadamente, soy aventurero.
Me pienso, te pienso y pienso.
Avanzo bajo los árboles y me encuentro conmigo,
al final del camino,
donde el sol no llega.

..............................-¿Quién es ese?

Coloreo senderos con lodo
y la vergüenza lastra mis hombros.
La habilidad de mis manos,
ahora toscas y heridas,
apenas puede darme de comer.
No hay ya piel que su caricia soporte.

Soy el incómodo huésped
que nunca encontró el lugar,
que nunca haya cobijo,
que nunca entenderá.

Me enloquece el sonido
de las hojas pisadas, de los pasos tristes
de transeúntes que pululan bajo mi ventana
y tuercen el gesto al verme.
Inútil primavera,
torpe oleaje del mar que los acuna.

..............................-¿Para qué quiero estas manos?

Viviendo muy al sur de un sueño alterado,
me delatan los ojos; anhelantes y hundidos.
La sombra de aquel sueño...
Entre la lluvia amontonada, el fuego es mío.
Se deshace y se pierde entre mis dedos,
y apenas puedo calentarme,
retener el recuerdo de su ardiente beso.

..............................-¿Por qué me dejaste soñar?

Una vieja canción azota mis cimientos.
Se tambalean, pero no caen.
Créeme, es peor la agonía de sus vaivenes
que morir bajo sus escombros.
Terca incertidumbre...
Yo no busco amor ni abrazos bruñidos.
Quiero el arrullo de alguna cama
que nuble amaneceres
y a la bestia calme.

El verde temblor de los árboles
en la despreocupada madrugada,
donde me baño y empapo tan a menudo,
tiñe de blanco los senderos y barbechos.
Mis huellas se hielan y las consume el humo.

..............................-Mamá, ¡no encontraré el camino de vuelta!

Antes de marcharme,
remienda los jirones de mi abrigo
con el albo retal de la noche,
perfecto y solitario, redondo en su plenitud,
bien podrá guiarme por estos parajes.

Mamá, ya no lloro.
Ahora sangro.

lunes, 17 de enero de 2011

Tempus fugit, sicut nubes, quasi naves, velut umbra,


Me rebelo contra las horas
y contra esa extraña niebla.
La noche se hace larga
y sus caras, eternas.

¡Que ardan!
Que ardan y luchen sus cenizas
contra el aire más impuro,
¡que luchen por sus vidas!

Su mirada estaba distraída
cuando mis dedos su boca rozaban,
Pero no eran mis caricias
por quien sus labios suspiraban.

Pude verla desde aquí
durmiendo tras el vendaval,
arropada de otros brazos,
follando en mi funeral.

Ahora sólo quedamos tú y yo, brisa.
Pobres y deshonrados,
con la voz arrugada,
nuestros besos ya olvidados.

Llevaremos los retratos al desván
y allí el polvo los cubrirá.
¡Que ardan también!
Este Dorian Grey no volverá...

Good Bye.